Gracias a unos tubos microscópicos capaces de extraer el dióxido de carbono del aire, aún sería posible utilizar terrenos considerados no aptos para la plantación de árboles para reducir los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, incluso sin árboles. Un equipo de científicos innovadores de la Universidad de Edimburgo cree que una unidad de 1m2 de tierra que contenga estos tubitos puede adsorber la misma cantidad de carbono que diez árboles de tamaño medio.
Los investigadores esperan poder ubicar, en el futuro, versiones más grandes de dichas unidades, desarrolladas como parte de un proyecto titulado NANOTUBES FOR CARBON CAPTURE (“Nanotubos para la captura de carbono”), al lado de las autopistas para dar un mejor uso a las tierras baldías y ayudar a reducir nuestra huella de carbono colectiva.
El 50% de las emisiones de CO2 proceden de fuentes pequeñas y dispersas o del transporte. Se podría avanzar considerablemente en el cumplimiento de las aspiraciones de defensa del medio ambiente, si fuera posible desarrollar dispositivos de tamaño reducido y bajo mantenimiento para centrales locales de producción combinada (cogeneración) de calor y electricidad o para uso doméstico. Uno de los mayores retos por resolver radica en la necesidad de desarrollar un material que primero pueda adsorber con eficiencia el CO2, y luego sea además capaz de reabsorberlo para su posterior almacenamiento o utilización.
“En cierto modo, la unidad podría funcionar como un árbol artificial», comentó el profesor Campbell, coordinador del proyecto. «Una ventaja fundamental, por supuesto, es que las unidades podrían utilizarse en zonas urbanas construidas en las que no se puede plantar árboles”.
El profesor Campbell continuó explicando cómo funcionan en la práctica dichos tubos: “El material del tubo se diseñará especialmente a nivel nanométrico para que sea muy poroso, con el fin de que pueda adsorber tanto dióxido de carbono como sea posible […] Una tarea clave consiste en modificar la química de los tubos de manera que sólo adsorban del aire el dióxido de carbono, y no además, por ejemplo, el vapor de agua”.
Cada uno de los tubos tendrá alrededor de un 1 µm de longitud y sólo un 1 nm de diámetro. Un micrómetro es la millonésima parte de un metro (10-6 m), mientras que un nanómetro es la milmillonésima parte de un metro (10-9 m). Los tubos se fabricarán con carbono puro al que se añadirán algunos grupos químicos funcionales capaces de atraer y retener el CO2. Una vez saturados de CO2, los tubos «usados» se podrán regenerar mediante pulsos de calor rápidos generados a partir de una fuente de energía renovable, como una célula solar, y el CO2 se concentrará y se almacenará en recipientes pequeños. Los investigadores sugieren que estos contenedores se podrían cambiar periódicamente por otros nuevos, como parte de una ronda de recolección regular.
Los contenedores usados, llenos de CO2, podrían entonces trasladarse a un centro especial en donde se pudiera recoger el carbono antes de eliminarlo de manera segura bajo tierra utilizando tecnologías de captura y almacenamiento de CO2. Otra alternativa sería convertir el dióxido de carbono en productos químicos de alto valor añadido mediante reacciones catalíticas novedosas.
El siguiente paso de esta reciente innovación es sacar una unidad patentable al mercado en los próximos cinco años. Está programado que el proyecto dure hasta abril de 2012