Barrios Orquestados echó a andar en 2012, partiendo de una idea concebida seis años antes por el músico y profesor de magisterio musical José Brito.
BARRIOS ORQUESTADOS no es solo un proyecto pedagógico con fines artísticos; más bien, esto sería el medio para alcanzar metas más elevadas
Todo el aprendizaje se realizará en grupo: desde la sujeción del instrumento y el aprendizaje del lenguaje musical hasta la ejecución de una partitura.
La enseñanza pretende ser absolutamente gratuita. Será el amor a la música y a la actividad grupal lo que les haga apreciar su permanencia en el proyecto
Este tipo de proyectos pretende integrar a todos los ciudadanos en una sociedad que se precie de ser igualitaria en oportunidades y posibilidades, donde se puedan sentir útiles e incluidos en la misma; donde el camino sea el gran objetivo y, no tanto, el resultado final que se pueda ofrecer en un auditorio.
Ese camino implica la potenciación de valores, la necesidad de asumir compromisos personales y colectivos, la constancia en un trabajo, la fraternal convivencia en cada paso que damos con nosotros mismos y con nuestro vecino
Es un sistema pedagógico y de acceso a la cultura en los barrios más deprimidos de Las Palmas de Gran Canaria. Es gratuito, los niños no tienen que comprar el instrumento y no hay que tener conocimientos previos de música. «La metodología está pensada para empezar con alguien que nunca ha accedido a una lección de lenguaje musical», asegura Brito. Si demuestran compromiso, pasado un tiempo, además, se pueden llevar el instrumento a casa.
Independiente de las administraciones públicas, la única inversión que tienen que hacer las familias de los niños que se benefician es «el compromiso y el cariño, no se pide más». Y así, tres años después, son ya 120 los jóvenes que están orquestados, armados con las cuerdas de violas, violines, violonchelos, contrabajos y la ilusión de derribar un muro económico que los margina del acceso a la creación musical.
Llueve en el exterior del colegio Alfredo Kraus de Lomo Los Frailes, en Tamaraceite (Las Palmas de Gran Canaria). De una de las aulas salen voces blancas que ensayan una composición de Vivaldi. Fuera, en el recibidor, está Luis, que lleva tres años en paro. A unos metros, Amparo, su compañera, que lleva cinco sin trabajar, habla con otras madres. Luis quiso ser poeta pero acabó como barrendero y dejó la poesía para la lectura. «Ver a mi hijo con esta posibilidad es algo que no nos esperábamos, las clases musicales del colegio no están mal, pero esto es un proyecto que no es música únicamente», asegura con una sonrisa que recorre la barba de su cara. Los ojos brillan tras las gafas mientras ve a su hijo, abrazado a la viola, cantando una de las composiciones propias del coro y que tiene la siguiente letra: «Cambia nuestra educación, cuestionando lo que ves, esta es la revolución, nuestro mundo cambia».