Diagonal. Ciudadanos y vecinos han tomado el espacio público urbano en los últimos años y en ese proceso han reformulado nuestra manera de tomar parte en la ciudad. De un lado a otro proliferan huertos que reverdecen terrenos baldíos, proyectos vecinales que liberan edificios desocupados e iniciativas que amueblan vacíos urbanos. Frente a la ciudad oficial y estática, la iniciativa vecinal reinventa nuestra relación con la urbe al tiempo que espacializa una política distinta. Ocurre de maneras diversas en ciudades como Málaga, Barcelona, Bilbao o Madrid, entre otras. Me refiero sólo a la última porque conozco sus experiencias de primera mano.
Las iniciativas que se han esforzado por acondicionar materialmente los nuevos solares de la ciudad se han volcado ahora en su letra legal. Una red emergente de espacios madrileños se afana desde hace meses por diseñar un marco común que soporte la cesión de espacios y dé seguridad jurídica a los proyectos vecinales que en ellos se desarrollan. Rediseñar la ciudad interviniendo en su espacio legal tiene un precedente excepcional en la okupación: la transgresión de la ley ha permitido visibilizar los desmanes de la especulación inmobiliaria. La construcción de un marco legal para la cesión de espacios es una manera distinta de ocupar la ciudad rehabilitando su arquitectura legal: ejercicios que diseñan otras texturas de lo público interviniendo sobre su espacio normativo.
La discusión legalista pudiera parecer un asunto menor pero es un gesto de creatividad política audaz en la ciudad. Un precedente excepcional que nos ha mostrado cómo hackear la ley permite la construcción de nuevas condiciones para la colaboración es el software libre, una de las tecnologías más excepcionales de internet que da cuerpo a algunas de sus infraestructuras clave. Una de las invenciones más sofisticadas del software libre ha sido el desarrollo de una infraestructura legal que invirtió el régimen convencional de la propiedad intelectual. A través de un sistema de licencias, el software libre responde a la lógica excluyente de los derechos de autordesplegando un impulso incluyente que expande las posibilidades de la invención tecnológica y la creatividad organizacional.
Revertir la atrofia reguladora
La legislación urbana ha crecido a lo largo de la última década y nuestros derechos sobre la ciudad se han reducido paralelamente. El proceso de atrofia reguladora es similar a lo acontecido en el ámbito de la cultura con la ampliación desbocada delcopyright que limita la creatividad ciudadana en beneficio de la iniciativa empresarial e insiste en el gesto autorial. Traducido a la ciudad, nos encontramos con ordenanzas que prohíben prácticas seculares como sacar la silla a la calle, normas que excluyen jugar en la plaza y leyes que limitan la libertad de circulación. El espacio público urbano se achica mientras la ley se ensancha. A la manera del software libre, quizás la forma de expandir la ciudad sea intervenir en las condiciones legales de su espacio público, revertir y darle la vuelta a la lógica de la reducción legal para expandir nuevas condiciones de lo urbano.
Hace años que los gobiernos municipales de todo el mundo son conscientes de su incapacidad para responder a la complejidad creciente de las ciudades. El tropo de la participación es un reconocimiento de la necesidad de abrir el diseño y planeamiento de la ciudad a la participación de sus habitantes. Pero a diferencia de otras formas convencionales donde la participación en los asuntos de la ciudad se vehicula a través de la consulta o la demanda, los espacios ciudadanos constituyen lugares donde la participación se reinventa, otra política se espacializa y el derecho a la ciudad se equipa con nuevas infraestructuras. A través de otros modos de habitar lo urbano esos ejercicios de creatividad ciudadana ensayan nuevas formas de gobernanza de la ciudad.Las intervenciones en el espacio urbano están reinventando las formas de organización vecinal, ensayando otros modos de interlocución con la administración y explorando los límites de la propiedad pública.
Vivimos en ciudades cada vez más complejas que requieren de nosotros un enorme ejercicio de reimaginación para poder gobernarlas de manera justa y expandir las posibilidades de habitarlas. Esos pequeños espacios donde la creatividad ciudadana se expande contienen dentro de ellos la forma de una ciudad distinta: son la sinécdoque de una nueva gobernanza urbana. En buena medida, son iniciativas que comparten sensibilidad urbana y aspiraciones políticas con algunos de los gobiernos municipales surgidos en las últimas elecciones. A ellos, como a otros, les desafían a que sean capaces de sostener los espacios que nos permiten imaginar de forma singular una ciudad distinta. En ellos, la participación no depende de la invitación oficial, es el efecto de la invención ciudadana. Confiemos en que los nuevos gobiernos municipales estén a la altura de los tiempos que corren y los espacios que se despliegan.