Algo tan cotidiano y aparentemente sin importancia como hacer la compra del día para poder comer alimentos frescos puede convertirse en un gesto muy ventajoso para nosotros y para nuestro entorno, entendido como un ecosistema natural y también humano.
Y es que nuestra alimentación es un aspecto fundamental para mantenernos saludables cuando nuestra dieta es equilibrada, pero al mismo tiempo implica una serie de decisiones que pueden cambiar muchas cosas si decidimos primar los alimentos locales.
En efecto, cada vez son más las personas que se interesan por la influencia que tiene su estilo de vida y actuaciones como consumidor de cara a modelar el mundo que les rodea.
i por un lado están preocupadas por la calidad de los alimentos, su cultivo o producción ecológica, también son conscientes de lo mucho que puede hacerse a título individual por potenciar la producción local de alimentos.
Ventajas para quienes nos rodean
Privilegiar los alimentos locales y, aún mejor, orgánicos de forma cotidiana es una elección con implicaciones para nuestra salud, medioambiental y social.
En lo que respecta a los beneficios a nivel regional, el consumo local tiene un impacto social positivo. Se traduce, por ejemplo, en una ocupación de las tierras agrícolas, pues se revalorizan y aprovechan gracias al apoyo de la comunidad a la hora de adquirirlos.Yendo más allá, se conserva el patrimonio local, tanto a nivel físico como cultural, se preserva el paisaje agrícola y, en el caso de que los cultivos además sean bio, se fomenta la biodiversidad de la zona.
La producción propia de alimentos significa puestos de trabajo y sentimiento de pertenencia a una sociedad que crea lazos humanos, comerciales y de intercambio. Son valores que van más allá de lo material, y contrastan fuertemente con la actual tendencia de globalización.
El sostenimiento de la economía local es una manera inteligente de combatir la despersonalización y falta de control sobre nuestras propias vidas que conllevan los modelos globalizadores. En cifras, el apoyo a la economía local se traduciría en una millonaria inyección de dinero y, sobre todo, ésta sería constante, propiciando un crecimiento sostenido.
¿Tenemos un huerto propio?
Del mismo modo que se apuesta por los productos locales se puede participar en su producción creando un huerto ecológico para el autoconsumo y/o el trueque por productos de granja como huevos o leche. O, por supuesto, también para la venta en mercadillos, en el mismo huerto o participando en los cada vez más populares grupos de consumo.
La calidad y la frescura de nuestras propias frutas y verduras bio o de otros productores locales no pueden compararse con productos refrigerados o procedentes de la agricultura convencional. En ocasiones tendrán taras que no encontramos en los productos que se comercializan, pero no por ello son menos sabrosos. Muy al contrario, los alimentos bio tienen un sabor más auténtico.
Ventajas para la salud
Por otra parte, si tienen una forma desigual, digamos caprichosa o su tamaño no es tan grande como el de las tiendas, tanto se da. Como contrapartida, son más genuinos y saludables, aunque no tengan ese aspecto tan maravilloso.
Además, la agricultura ecológica pueden ofrecernos productos frescos durante todo el año. Resdescubrir los productos de temporada y adaptar nuestra cocina a ellos es una manera de conectarse con el entorno.
La calidad nutritiva de los productos locales obedece a su mayor frescura y a no tener que soportar largos trayectos. El transporte implica muy a menudo la aplicación de sistemas de controla del etileno y, en general, de prolongación de su durabilidad que no son todo lo saludables que debieran.
Frente a estos tratamientos artificiales, los productos destinados al consumo local (o los producidos por nosotros mismos) ofrecen una calidad y una frescura incomparables. Nuestra salud lo agradecerá sobremanera, y también el paladar.
Ventajas para el medio ambiente
Tras la presente exposición de la distintas ventajas asociadas al consumo de alimentos locales ecológicos, la ventajas ambientales son fáciles de deducir. Algunas de ellas ya las hemos mencionado, como el fomento de la biodiversidad, la riqueza paisajística, un impacto ambiental mínimo o, por ejemplo, un ahorro en el transporte, con lo que ello supone a la hora de combatir el cambio climático.
La reducción de la huella de carbono que supone evitar ese transporte, costoso para nuestro bolsillo y también para el medio ambiente es una de las principales ventajas ambientales que supone el consumo de alimentos orgánicos locales.
Si queremos mejorar este aspecto, podemos organizarnos a la hora de comprar y desplazarnos el menor número de veces posible. De este modo, haciendo compras más importantes un menor número de veces, maximizaremos el uso del transporte aún dentro de lo local. Siempre hay maneras de hacer un poquito más sin que cueste un esfuerzo extra.
Hacer conservas caseras para aprovechar al máximo las cosechas propias o el buen precio de los alimentos locales de temporada es otra manera de tener alimentos variados durante todo el año sin tener que recurrir a productos foráneos. Entre los productos de cada estación y nuestra alhacena, no echaremos en falta nada de nada.
Por último, comprar en el mercado, en grupos de consumo o a pie de huerto se traduce en un menor uso de embalajes. Lo habitual en estos casos es utilizar cajas de madera, cestas de cuerda o de mimbre para llevar los vegetales, hueveras o lecheras durables, con lo que estamos reduciendo desechos, ahorrando un buen dinerito y, en fin, haciéndole un favor al medio ambiente.